Como movimiento de renovación y apostólico, Schoenstatt quiere ser, ante todo, un movimiento apostólico de formación y educación en la fe. Como tal ofrece al cristiano actual, caminos concretos de crecimiento personal, matrimonial y familiar, una espiritualidad y pedagogía aptas para vivir un cristianismo activo y comprometido en medio del mundo.

Schoenstatt posee un marcado carácter mariano. María es para Schoenstatt la imagen acabada del seguimiento a Cristo, que realiza una perfecta unión de lo natural y sobrenatural, de la fe y la vida. Contempla a María en su inseparable “bi-unidad” con Cristo Jesús. A ella, como Madre de la Iglesia, le pedimos que se muestre desde su santuario como la gran educadora de la fe.

Otra de las características más propias del Movimiento de Schoenstatt es su búsqueda del Dios vivo en la vida, es decir, en las personas que nos rodean, en los acontecimientos y signos del tiempo. Quiere hacernos conscientes del inmenso amor que Dios Padre tiene por cada uno de nosotros. Siguiendo a su fundador, la Familia de Schoenstatt trata de vivir y proclamar consecuentemente la fe práctica en la Divina Providencia, en el Dios que interviene en nuestra vida y que nos llama en Cristo a construir su Reino.

Schoenstatt quiere ser familia y trabajar porque la Iglesia y el mundo sean familia: una comunión de hijos y hermanos, unida y solidaria, que lucha por superar el individualismo y el materialismo que reina en la sociedad actual.

Las gracias que regala María en el santuario de Schoenstatt.

La Virgen María, bajo la advocación de Madre, Reina y Victoriosa, tres veces Admirable de Schoenstatt, en virtud de su carácter de Madre de la Iglesia y cooperadora de Cristo en la obra de la redención, nos regala especialmente tres gracias en su santuario: las gracias del arraigo y cobijamiento en el corazón de Dios Padre, de la transformación interior en Cristo Jesús y del envío y fecundidad apostólica en el Espíritu Santo.

De esta forma, María quiere formar auténticos apóstoles y misioneros, que trabajen intensamente en la tarea de imprimir la faz de Cristo en nuestra cultura en medio del extraordinario tiempo de cambio que hoy vivimos.

Esta acción de María -que debe contar con nuestra activa cooperación- conduce a una profunda renovación religioso-moral personal, la cual es base, motor y garantía de la transformación de la sociedad y de las estructuras que la conforman.

Schoenstatt se identifica con su fundador, quien lleva inscrito en su tumba “Amó a la Iglesia”.